Cinecicleta es un proyecto sostenible, solidario y singular, que ha llevado el cine a 14 países de África sin necesidad de electricidad
Carmelo e Isabel han fusionado en Cinecicleta su pasión por pedalear y el cine | Lola Mira
21 de octubre. Es jueves y recibimos en el instituto a dos aventureros del cine y de la bicicleta. Tras una serie de sesiones de cinecicleta en el instituto en las que pudimos "pedalear" el documental acerca de su aventura en África, un grupo de alumnas de la asignatura de Cine y Filosofía nos reunimos con Carmelo e Isabel para realizar esta entrevista. La duración inicial del encuentro era de media hora, pero la fascinación y el entusiasmo fue prolongando el diálogo, sin apenas darnos cuenta, hasta las dos horas.
Carmelo López (45, Madrid) e Isabel Segura (31, Castellón) emprendieron en 2015 un viaje que les cambiaría la vida. Montados en una bicicleta, pedalearon con la intención de llevar la magia del cine, “medio de comunicación artístico maravilloso”, a los que no lo conocían. Durante dos años recorrieron África proyectando películas mediante un sistema que se accionaba gracias al pedaleo de los propios espectadores. Organizaron sesiones cinematográficas incluso en lugares en los que no había electricidad, generando una emoción única como es la risa, incluso a “los que menos motivos tenían para sonreír”.
Partieron desde Madrid hacia Marruecos, cruzando la zona norte durante meses hasta llegar a Madagascar. Un total de 18.000 kilómetros en los que proyectaron más de 200 películas. Para los más pequeños, cortos animados mudos; mientras que a los mayores les proyectaban “L’École des facteurs”, un corto de Jacques Tati, además de películas de Charles Chaplin.
PREGUNTA. Adriana: ¿Cómo surgió el proyecto de Cinecicleta?
RESPUESTA.
Carmelo: La Cinecicleta surge por la necesidad de
compensar. Había viajado mucho en bicicleta por los cinco continentes y había
recibido buenas sensaciones por parte del resto de seres humanos. Tenía ganas
de intentar devolver ese sentimiento en mi próximo viaje en bicicleta, a pesar
de que no sabía cómo. Me gusta mucho el cine, al igual que viajar en bicicleta,
por lo que traté de unir ambas cosas. De ahí surge la idea de la “Ley de la
compensación” que la llamamos, que consiste en aportar algo a cada persona
que se cruzaba en nuestro camino.
P. Nerea: ¿Cuáles fueron las mayores dificultades que os surgieron durante el viaje?
R.
Isabel: Una importante fue la malaria, Carmelo
pilló una malaria en Malí que casi de deja allí (Carmelo interrumpe y añade: “Malo
en Malí”. A lo que le siguen risas). En total cogimos tres (enfermedades) y
creo que eso fue la máxima dificultad.
Antes
de comenzar el viaje sí que existían más dificultades en nuestras cabezas: Cómo
vamos a hacer este viaje tan lejos, cómo vamos a llevarlo todo en bici, cómo
nos comunicaremos…Pero estas dudas se van difuminando por el camino. Viajar en
bicicleta permite ver las cosas de una manera gradual, como nos pasó con francés,
que casi no sabíamos y lo fuimos aprendiendo.
También
teníamos la duda de la comida – somos vegetarianos – pero luego nos dimos
cuenta de que la gente de allí es mucho más flexible. Por eso muchas veces las
dificultades se encuentran verdaderamente en nuestra mente, lo importante es
saber anticiparse.
“Hay que estar muy preparado mentalmente. Si llegamos a coger la malaria por cuarta vez habríamos regresado a España”
*Carmelo
interrumpe añadiendo otra pregunta a su compañera de viaje: “¿En cuestión de
género tuviste alguna dificultad?”
R.
Isabel: (Lo piensa unos segundos) Hombre, sí. Es
cierto que este viaje no me hubiera atrevido a hacerlo sola. Aquí conozco los
“códigos” – puedo interpretar cuando un hombre, en este caso, quiere una cosa u
otra – pero allí no. Generalmente la gente (de allí) es muy hospitalaria, pero
es verdad que cuando Carmelo no estaba cerca yo me encontraba rodeada de
personas del sexo contrario y lamentablemente eso no da mucha seguridad.
P.
Souhayla: ¿En algún momento os encontrasteis con gente que no quisiera
recibiros o que os recibiera de un modo más hostil?
R.
Carmelo: En líneas generales no, más bien lo
contrario. Éramos muy aceptados, sobre todo por curiosidad; la gente quería
saber cómo vivíamos, qué estábamos haciendo allí, si estábamos casadas o
teníamos hijos…Pero no, no sentimos rechazo a excepción de un par de ocasiones
en determinados puntos.
R.
Isabel: Al final aprendes un poco a leer a
la gente. A veces no eres tan bien recibido, pero te enseñas a lidiar con ello.
También pasa aquí, por ejemplo, si vas en carretera y entras a un bar de
camioneros. No te reciben mal, pero todo el mundo se gira. En África nos pasó
algo similar en algún pueblo minero, que vimos las miradas y supimos que no era
el lugar para preguntar si podíamos pasar la noche.
“Deslices
puntuales ocurren en todos los sitios; nuestra sensación general fue de
tranquilidad y protección”, añade Carmelo.
P. Nerea: ¿Dónde solíais quedaros a dormir?
R.
Isabel: La mayoría de las veces era en casa de la
gente. De forma inintencionada, preguntábamos por un sitio en el que poder
pasar la noche y nos ofrecían su propia casa. También acampábamos cerca de los
pueblos y se acercaba gente a traernos alfombras y tejidos para estar más
cómodos, agua, etc. Pero casi siempre dormíamos en casas de gente, ya que
también nos parecía más seguro. Como he dicho antes, lo desconocido genera
inseguridad.
“Casi siempre que preguntábamos por un sitio en el que pasar la noche nos ofrecían sus propias casas. Nos encontramos con gente muy hospitalaria y amable”
R.
Carmelo: Qué buena pregunta. Lo que hemos sentido en
las zonas rurales, estamos hablando de la mayor parte del viaje en zonas
rurales, es que la gente es muy espontánea. Es una apreciación en general del
continente entero. En seguida notas el contacto y te identificas mucho con esa
humanidad general.
Diferencia
no tanta como puede haberla aquí (Europa). Igual poníamos una película de
Charles Chaplin y los adultos se partían de risa. Los niños son diferentes, más
planos. Tendían más al asombro.
Como
decía Isa, sin saber los códigos ni conocer el entorno, te das cuenta de que la
gente es muy abierta expresivamente. Te sorprende la espontaneidad y lo
descuidados que son a la hora de pensar si la gente me va a ver reír o llorar. Todo
lo hacen conforme lo sienten.
P. Nerea: Aproximadamente, ¿cuántos kilómetros habréis recorrido?
R.
Isabel: Exactamente casi 18.000 km (Las
entrevistadoras reaccionan con asombro: “Ostras”, “Dios”). Llevábamos un
cuentakilómetros y eso fue lo que hicimos, aunque también tuvimos que coger
algún avión, autobús y camiones.
P. Adriana: ¿Físicamente os tuvisteis que preparar antes de hacer el viaje?
R.
Isabel: Es cierto que no recorríamos mucha
distancia diariamente, porque íbamos muy cargadas y no teníamos prisa. De
hecho, pensábamos ir desde España a Madagascar en dos años y cuando llegamos al
año y medio no llevábamos ni la mitad. Por eso cogimos un avión, además de
conocer la parte este del continente. Fue un recorrido gradual; el primer día
hicimos 15 km, el siguiente 25 km, los dos posteriores descansamos, ¿para qué
entrenar si vamos a estar dos años pedaleando? (Risas) Carmelo interrumpe y
añade: “Nos íbamos a poner en forma sí o sí”.
R.
Carmelo: Siempre íbamos avisando, no teníamos un
plan fijo. África nos parece un continente fantástico para improvisar, a
diferencia de Europa que está todo más estructurado.
En
España si quieres hacer una proyección en la plaza del pueblo debes hablar con
el Ayuntamiento, conseguir un permiso, cortar el tráfico…Allí (África) era llegar
y besar el santo.
P. Adriana: ¿Qué fue lo que más os llamó la atención de todo el viaje?
R.
Isabel: La espontaneidad y humanidad de la gente,
sin duda. Carmelo me había avisado de que la gente era muy hospitalaria, pero
hasta que no lo vives no te das cuenta de lo increíblemente amables que son.
Sim embargo, la única información que recibimos en Europa es que África es un
lugar peligroso, que están en guerra constantemente, etc.
Y no
es así, la gente nos veía y nos invitaba a sus casas, a Carmelo lo veían
delgado y le daban un plato de comida, en plan: “come, niño” (risas).
R.
Carmelo: En África la gente es mucho más
hospitalaria de lo que podíamos imaginar. La religión tiene mucha influencia en
este sentido, sobre todo el islam. Existe un precepto que consiste en asistir
al viajero durante cinco días.
Estuvimos
en Togo, país del África Occidental en el que conviven cristianos y musulmanes
sin ningún problema, e íbamos con la seguridad de que en cualquier pueblo nos
iban a acoger. Vimos un barrio cristiano con su iglesia y uno musulmán con una
mezquita y nos fuimos de cabeza a la mezquita. Incluso la gente de allí nos acompañaba
al barrio cristiano, pero preferimos quedarnos en la mezquita.
Fuera
de África, el país en el que más hospitalidad he recibido nunca ha sido en
Irán, que me dejaron hasta dormir en mezquitas.
P. Nerea: ¿Cómo os afectó, más allá de lo físico, coger la malaria?
R.
Carmelo: Es cierto que estaba casi previsto. Había
muchas probabilidades de pillar malaria, al igual que las diarreas o las
náuseas, era parte del plan. En la época de lluvias, que pueden ser tres meses
seguidos en la zona subsahariana, se crea un caldo de cultivo para los
mosquitos, que son el vector de la infección.
De
hecho, pecamos de pardillas porque había una medicina que atenuaba los síntomas
si la tomabas durante los tres días de caer infectado. Sin embargo, por una
cosa u otra, pasaron dos días hasta que empecé a tomarla y no pudo hacer
efecto. Nos pilló de sorpresa el hecho de no actuar como sabíamos que debíamos
hacerlo.
R.
Isabel: Y no es solo lo físico, también influye el
factor psicológico. Carmelo estuvo tres semanas para recuperarse de la malaria.
Cuando lo hizo salimos de Bamako (capital de Malí) y pedaleamos durante tres
días. Volvió a coger la malaria y regresamos al hospital de Malí para que se
recuperase de nuevo. Otras dos/tres semanas. Cuando – por fin – salimos de
Malí, caí yo enferma, también por malaria…Psicológicamente fue muy duro. Si nos
llega a ocurrir de nuevo, habríamos regresado a España.
P. Souhayla: ¿Con la sanidad tuvisteis muchas dificultades?
R.
Carmelo: Había un sistema de sanidad pública pero
muy deficiente y distinto al que tenemos aquí. A pesar de que la sanidad
pública española tenga muchos detractores y haya quien la quiera privatizar.
Afortunadamente, tuvimos pocas ocasiones de testarlo. La sanidad pública de
allí no tiene nada que ver con la que hay en España, teníamos que pasar
literalmente por encima de gente moribunda en el suelo. Cuando pasamos la
malaria estuvimos en un hospital privado, tuvimos que pagar el servicio, pero
nos salvaron la vida.
P.
Adriana: ¿Cuáles son los mejores recuerdos que os dejó el viaje?
R. Isabel: Es un poco tópico, pero una imagen que se me quedó en la retina es la cara de la gente cuando veía el cine y se quedaba con la boca abierta, fascinada ante lo que estaba viendo. Sentía que ellos se sumergían dentro de la película y se aislaban de la realidad.
P. Souhayla: ¿Cómo os organizasteis con el dinero?
R.
Carmelo: No llevábamos mucho dinero porque no
gastamos prácticamente. El transporte es gratis. Respecto a la comida,
comprábamos donde todo el mundo, en la calle: mercadillos, puestos callejeros,
etc. Lo que hacíamos era preguntar primero el precio real, para que no nos
pidieran más dinero al ser extranjeros y nos timasen. La comida era muy barata,
comíamos arroz o frutas y verduras de temporada.
En
general no tuvimos problemas con el dinero. Lo que hacíamos era llevar algo de
dinero del país que abandonábamos e intercambiarlo en un puesto de cambio en la
frontera del país al que íbamos a entrar. Dar con un cajero era muy complicado,
solo hay en algunas capitales.
P. Nerea: ¿Qué cosas son primordiales a la hora de emprender un viaje como este?
R.
Isabel: Lo más importante es tener una mente
bastante abierta. Muchas veces no ocurre lo que te esperas y hay que estar
preparado para ello. Esto es más importante que las necesidades físicas, que al
fin y al cabo se pueden obtener o intercambiar.
R. Carmelo: Si quieres ser autónoma en este tipo de viajes, en cuanto a aspectos materiales; necesitas un hornillo, un saco de dormir, algunas herramientas por si le ocurre algo a la bicicleta, etc. Objetos básicos para ser independientes y solucionar cualquier imprevisto sin necesidad de pedir ayuda.
P. Nerea: ¿Ser vegetarianos supuso un impedimento?
R.
Isabel: Al contrario, nos resultó bastante fácil.
Allí no se come tanta carne ni pescado como aquí, al menos en las zonas
rurales, que era por donde pasábamos nosotros.
Recuerdo
una ocasión que mataron a un gallo para recibirnos, que es algo que suelen
hacer, y nos lo ofrecieron como “mirad, lo hemos hecho porque habéis venido”.
Entonces nos lo tuvimos que comer por no decirles que no.
Más
tarde aprendimos a decir que no y descubrimos que no hay tanto problema como
aquí.
R.
Carmelo: La diferencia es que en Europa hemos
convertido la carne y el pescado como un recurso de consumo diario. Comemos
todos los días y hay una sobreproducción. En África nos resultó más fácil comer
porque hay muy poca carne y pescado, solo en las celebraciones. Como ocurría
aquí antiguamente.
P. Adriana: ¿Cómo fue volver después de dos años de viaje?
R.
Carmelo: Depende. Para algunas cosas fantástico: ver
a familiares, amigos, etc.; pero por otra parte fue una frikada porque
habíamos estado dos años en un universo paralelo. Habíamos desaprendido hábitos
que no queríamos volver a aprender. Cuando llegamos buscábamos gente que se
arrimara, que nos invitase, que sonriera. En definitiva, más contacto humano y
más ayuda entre personas. Estas cosas las echamos de menos, aquí estamos
escasos.
P. Souhayla: ¿Cómo mantuvisteis el contacto con la familia? ¿Teníais acceso a Internet?
R.
Isabel: Sí, sorprendentemente descubrimos el 4G en
Kenia. Vino un amigo a visitarnos y dijo: “Anda, aquí hay 4G”, y nosotras
dijimos: “¿Qué es 4G?” (risas). No sabíamos lo que era.
R.
Carmelo: Pensad que esto fue hace cinco años (2017).
R.
Isabel: Exacto. Es sorprendente que muchas veces no
haya un grifo con agua o electricidad y sí haya cobertura. Vas por la carretera
y no ves cables de corriente eléctrica pero sí antenas de repetición de señal.
O en un pueblo, que no hay agua, pero tienen un pequeño puesto con una placa
solar y todos cargan los móviles.
R.
Carmelo: La presencia de China ha dejado huella.
Pero esto hablando respecto a zonas rurales. Otros lugares como Nairobi (Kenia)
donde tienen más rascacielos que Madrid, Barcelona o Bilbao juntas. En las
grandes ciudades hay mucho desarrollo. Sin embargo, las zonas rurales como
Guinea Conakry no tienen carreteras asfaltadas, tienes que ir a un pozo a por
agua…Pero sí hay cobertura para comunicarte con tu amigo que está en Suecia.
P. Nerea: ¿Habéis pensado en repetir el viaje por otras zonas de África u otro continente?
R.
Isabel: Nos gustaría. Tenemos la idea de regresar a
África. Nos resultó muy fácil y nos gustó tanto que nos gustaría empezar desde
Sudáfrica.
R.
Carmelo: Queremos seguir proyectando cine en lugares
donde vamos a ser bien recibidas.
R.
Isabel: Claro, y gente que no ha visto cine. Hace
dos años estuvimos en contacto con gente de México y queremos hacer esto mismo
allí. Sea donde sea nos gustaría repetirlo, pero es cierto que el proyecto
tiene sentido en lugares donde no haya electricidad y seamos nosotros los que
la llevamos.
Después
del viaje estuvimos en otros países como Georgia o Rumanía y planteamos la
opción de ir allí a hacer lo mismo, pero no tenía el mismo sentido, ya que en
estos países sí tienen electricidad.
También
queremos enfocarlo por la sostenibilidad, la energía renovable y el medio
ambiente. Llama la atención esta manera de generar electricidad.
R.
Carmelo: Ya son tres años desde que volvimos. Todos
los veranos hacemos una gira en España llamada “Cine a la fresca”.
Consiste en hacer pequeñas proyecciones de cine en las plazas de pequeños
pueblos. Es decir, que también existe un “Cinecicleta España”.
Yo era un estudiante horrible, pero aprendí a base del cine y de viajes cinematográficos.
P. Adriana: ¿También vais en bici?
R.
Carmelo: El primer año sí. Pero como no nos daban de
comer, solo ensaladas…(risas).
R.
Isabel: En realidad el primer año estuvimos tres
meses pedaleando porque nuestros trabajos nos lo permitieron. Ahora solo tengo
un mes de vacaciones y lo hacemos en furgoneta porque sino no nos daría tiempo
a ver tantas cosas.
P. Adriana: ¿Cómo funciona el mecanismo?
R.
Carmelo: Pregunta para la ingeniera (risas).
R.
Isabel: Básicamente, convertimos la energía
mecánica en eléctrica. Igual que un molino, que el viento mueve las aspas y se
genera energía. En este caso los pedales funcionan como aspas y el viento son
nuestras piernas. Esa energía cinética se transforma en la caja eléctrica y
hace posible que las películas se reproduzcan.
P. Juan Navarro: Hacéis distintos homenajes durante el camino: Cine documental, cineastas contemporáneos, cine clásico, etc. ¿Qué referentes habéis seguido antes y después de emprender este viaje?
R.
Carmelo: En realidad todo ha sido muy espontáneo. Realmente
nuestras experiencias cinematográficas son como espectadores. Disfrutando de
películas como Dersu Uzala, del mejor cine clásico estadounidense, películas de
aventuras, etc. Disfrutando, al fin y al cabo, del medio de comunicación
artístico tan maravilloso que es el cine. De hecho, yo era un estudiante
horrible, pero aprendí a base del cine y de viajes cinematográficos.

Las imágenes del viaje de cinecicleta, que ilustran esta entrevista, forman parte del blog del proyecto: https://cinecicleta.wordpress.com/